Segismundo.
No hay peor sensación que la de sentirse atado. Sentirse un
pájaro enjaulado. Aquel que tiene ganas de volar pero que no puede. Ese pájaro que mira a la libertad como un
sueño, cercano pero totalmente fuera de su alcance.
Los barrotes son su vida, pero también su muerte.
Quiere la libertad que no puede tener, que un día tuvo, que
un día le arrebataron. Quiere ser él, quiere ir a donde el viento le lleve, a
dónde él quiera ir, vivir lo que quiera o donde quiera; y todo solamente por el
simple hecho de querer.
Si imaginamos el día en el que esos barrotes se abran, en el que
la libertad abra sus puertas, dejándole marchar, dejándole decidir por sí
mismo; regalándole la elección de su vida.
Soy ese pájaro, vivía encerrada en mi jaula, a veces era
real, a veces un solo espejismo. No
podía volar, no podía elegir, no podía decidir... no era feliz.
Ahora, tras una batalla que nunca se gana, puedo decir que
soy feliz. Soy feliz porque soy yo, elijo a mis amigos, las personas que me
rodean en mi día a día, mis creencias; elijo mi vida.
Ahora puedo decir que soy feliz, puedo decir que estoy
luchando para mantener esta sensación, puedo decir que soy yo, sin miedos, sin
mentiras, sin vasos medio llenos o medio vacíos. Quiero que esto; mi felicidad,
rodee y empape a aquellos que andan conmigo, a aquellos que siempre están, a
los que permanecen a pesar de las tormentas, de las adversidades.
He sido como un pájaro enjaulado; ahora, quiero ser mi libertad.
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