Marina.

Hoy conocemos a Marina.
Marina.
No hay mucho que contar sobre ella. Marina vive en un cuarto, adora los números que pueden dividirse en partes iguales, aunque ella siempre esté sola. Marina vive sola, come sola, duerme sola. No necesita a nadie más o eso quiere creer.
Los viernes, como hoy, los hijos de su vecina de arriba corretean por la casa, llenando la suya de música única, de risas, de cantos, de juegos...
Su vecina tiene visita todos los viernes, a Marina no le importa.  Nunca le importa.
Fiestas que se alargan hasta altas horas de la madrugada, con vino tinto, ella se las imagina así, Marina los viernes no duerme.
Marina de pequeña en la escuela ya sufría; se metían con ella, jugaban con su apellido, la humillaban; no tenía muchos amigos y luego, más tarde, prefirió no tenerlos. Marina nunca hacía las cosas bien, o eso le parecía a ella.
Marina es esa chica que todos los días hace comida de más, por si alguien aparece, como por arte de magia.
Marina es esa chica que enciende la televisión aunque no la vea, cualquier programa tonto, para sentir algo de compañía.
A Marina no le daba miedo nada, sus pocos amigos cuando era niña, temían a la oscuridad, Marina era valiente, una luchadora nata, había sufrido de amor, de amistad, de todo lo que alguien pueda imaginar; y ahora, la valiente Marina,  no se aventuraba en la oscuridad, quería, deseaba, la luz, una luz que la guiara, que nunca más la dejara sola, quería alguien incondicional a su lado, vino tinto hasta las tres de la mañana, risas en el salón, no dormir sola jamás.
Marina es esa chica que todos somos alguna vez. Queremos la luz, la deseamos, aunque ya la tengamos. Nos sentimos solos, aislados, en la isla desierta rodeada de agua, de donde no podemos escapar, huir; y queremos aquello que no tenemos, que perdimos, que sabemos que nunca tendremos.
Marina se esconde en nosotros, no lo sabemos, pero es así, algunas veces, cuando más solos nos sentimos, ella aparece, y nos recuerda lo bueno de las cosas cuando las tienes pero no las aprecias.
Marina nos ayuda a todos, a ver la luz más brillante cuando pensamos que se ha marchitado.
Y así, Marina, nunca está sola, nadie lo está.

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